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Verónica Castro, energía y carisma a los 62 años

Cada vez que veo una entrevista con Verónica Castro, hay algo que me encanta. Es bella, claro, eso es evidente, pero no es todo. La “chaparrita” es un vendaval de energía, carisma y espontaneidad que, a sus 62 años, se mantiene intacto.

Actriz de cine y teatro, heroína de telenovelas, cantante, conductora: pocas cosas se le escaparon del currículum.

Y para todo ello no solo hace falta talento, no basta con tener esa mirada, también hay que tener ese no se qué que convierte a una persona común en estrella.

“Las caras lindas no son para buenas actrices” le dijeron en sus inicios. ¿Se imaginan? Así ha cambiado el mundo. Entrevistada por Ismael Cala en 2013, la mexicana cuenta que lo suyo fue preparación, paciencia y esfuerzo.

Creció en una familia humilde, donde el hambre era moneda cotidiana luego de que sus padres se separaran. Aunque Verónica quería trabajar, su madre le pidió que estudie. Así fue como se graduó en Relaciones Internacionales: “Yo prefiero una mujer que no tenga dinero pero que tenga mucha cabeza, en vez de tener ¿qué? ¿dinero? ¿Mucho dinero y que seas una tarada que no sepas ni hablar?”, le decía su madre.

Mientras, la Castro se las ingenió para prepararse para lo que su instinto le marcaba como futuro: actuar, bailar, cantar, modelar y hasta locución. Quería saber hacerlo todo para estar lista: en los pasillos de Televisa acabaron apodándola “el comodín”.

En 1970 ganó el premio “El Rostro del año” y aquello de que las lindas no podían actuar pasó a ser irrelevante. Desde ese año su carrera se disparó en múltiples direcciones e hizo de todo.

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Con solo 22 años,  dio a luz a Cristian, fruto de su relación con Manuel “El loco” Valdés. Ser madre soltera en 1974 no fue fácil, pero Verónica solo se arrepiente de no haberlo planeado mejor en términos económicos. En 1981 tuvo a su segundo hijo, Michell, junto a Enrique Niembro. Aunque sus relaciones amorosas no prosperaron, la mexicana  asegura que fue feliz: “Yo me siento exitosa porque yo sí me enamoré. Yo disfruté, yo gocé. Yo me la pasé bien, yo tuve dos hijos. Si la otra parte no, a mí me da igual, no me importa, ya pasó. Yo tengo lo que yo quería y de quien  yo quería.”

Sola y casi sin dinero, contó solo con su inalterable fuerza de voluntad. Aceptó todo tipo de trabajos hasta que en 1979 llegó el papel de su vida, ese por el que aun hoy se la recuerda: Mariana, en  la telenovela “Los ricos también lloran”.

Cumplir 60 años no fue un número más, pero el peso de la cifra se fue diluyendo. Luego de años trabajando sin parar, encontró el momento para detenerse, descansar y mirar para adentro: “Estoy feliz porque volví a mi raíz de hacer lo que se me da la gana. Yo creo que la libertad es lo único que tiene el ser humano y se la quita por idiota.” Dentro de esa libertad que nombra, está la financiera, que logró gracias a su manager, quien no le daba todo el dinero, para que ahorre una parte. Al día de hoy agradece por aquello.

En 2004, mientras conducía Big Brother, se cayó de un elefante: terminó con el cuello de titanio y la columna reconstruida. “¡No se me nota pero se me siente!” le dijo con humor a su amiga Susana Giménez al relatar la anécdota. Según la chaparrita, su fe en la Virgen de Guadalupe fue determinante para su milagrosa recuperación.

Alejada de las relaciones con los hombres por decisión propia, Verónica vive hoy una vida plena: “No tengo ninguna relación y estoy muy feliz porque estoy casada con Dios, con la Virgen. No me ha hecho falta. Estoy muy en paz,  muy tranquila. Estoy viviendo una etapa de mi vida muy interesante, donde realmente estoy disfrutando la vida.  Disfruto de pensar, leer, darme el tiempo de hacer las estupideces que hago, como coser, zurcir, tejer y volver a hacer lo que me gusta y que no hacía antes y que no me daba tiempo. Entonces, ahora, estoy feliz.

 

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