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Conciliar creación artistica y familia

Cuando el pintor Eugène Henri Paul Gauguin entraba en su estudio, una choza de bambú al estilo de los nativos, en Mataiea, Tahití, no sabemos si añoraba a su esposa, la danesa Mette-Sophie Gad, o a cualquiera de sus cinco hijos, aunque intuimos que no demasiado. Estaba enfermo de fiebre creadora y, aunque a aquella época en Polinesia hay que agradecer sus obras Cerca del Mar y Ave Maria, Gauguin no pasará a la historia como un padre ejemplar.

Gauguin es el ejemplo de creador que, persiguiendo su sueño, se convierte en el gran ausente para su mujer e hijos. Como él, hay muchos otros que, respondiendo a un plan o simplemente dejándose llevar por el canto de las musas, terminan por abandonar a sus familias o, como poco, desatenderlas.

Son numerosos los nombres que llenarían nuestra lista de artistas desarraigados y maridos desapegados. También hay mujeres que hacen esto aunque, debido a la desigualdad de géneros y por el peso de la educación occidental machista, en ellas ocurre en menor medida.

La pregunta es si familia y carrera creativa son compatibles. ¿Huyen las musas cuando en casa se escuchan llantos de bebé? ¿Es posible crear y a la vez ser padre o madre? ¿Todos los grandes creadores han terminado solos?

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Quizás se trate de un mito porque, si bien es verdad que muchos grandes nombres han sido incapaces de conciliar vida familiar y vida creativa, también lo es que muchos otros no solo han sabido hacerlo, sin que han manifestado que la familia les ha aportado estabilidad, fuente de experiencias, riqueza emocional y alegrías cotidianas.

Si hemos citado a Gauguin, citaremos ahora como ejemplo de antítesis al Nobel de Literatura  Gabriel García Márquez, un hombre familiar que se mantuvo siempre muy unido a los suyos.

Son tantos los ejemplos de creadores que abandonan a sus familias como los de aquellos que las viven con plenitud. Conciliar ambas realidades no depende tanto de tener o no tener una carrera creativa de éxito, sino de la escala de valores, las circunstancias de la vida o el grado de maduración emocional con que se encara esa carrera. Ni es condición indispensable lo uno ni lo es lo otro. Si bien defiendo que no hay que perpetuar vínculos tóxicos o que sean fuente de insatisfacción, también apoyo a quienes desarrollan su vida creativa enriquecidos por el ambiente familiar. Yo mismo lo hago y defiendo a mi familia como mi mayor baluarte. Aseguro que no solo es posible sino enriquecedor ser creativo a la vez que atiendes a tu familia.

Para ello, basta con poner en práctica algunas cuestiones de sentido común, como cuidar los detalles afectivos, saber organizarse y tener claras cuáles son nuestras fuentes de inspiración. Además, compartir ilusiones, tropiezos y aprendizajes (es decir, dar importancia a la comunicación en la familia), aprovechar los momentos juntos, respetar los ritmos de cada uno y, pase lo que pase, no pensar nunca que quien desarrolla una actividad creativa está por encima de su familia.

Esto, por mucho que tenga una faceta pública, reconocimiento o un rostro mediático. La conciliación es posible aunque se sea escritor, pintor, actor o músico.

¿Y tú? ¿Solo creas o creas y concilias?

 

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